Textos y Fotos: Cristina Quesada.
El viaje a Croacia empezó el mismo día en que dije sí. Los nervios y la ilusión hicieron que las semanas pasaran deprisa. Comenzamos nuestra andadura con tres Harley Davidson que salen desde diferentes puntos de Cataluña. Por fín llegó el día en que tuvimos que coger el ferry que partía de Barcelona dirección Livorno a las doce de la noche.
El día en el barco pasó tranquilo. Tuvimos buena mar y un día soleado. Es cómodo viajar con la compañía Grimaldi aunque la calidad y variedad de la comida que sirven deja mucho que desear.
Llegamos a Livorno con retraso, fue buena idea pasar la noche en Pisa, concretamente en el Hotel Primavera. Es un hotel pequeño pero acogedor con una decoración neoclásica. El calor de la noche nos recordaba que estábamos en la Toscana, región famosa por su historia, arte y sus altas temperaturas veraniegas. El hotel no estaba muy alejado del centro. Sobre las diez de la noche no pasaban coches por la calle y sólo permanecía aquel olor embriagador de jazmin y gardenia. Las motos las pudimos dejar en el hotel, eso sí, con previa indicación de uno de los hijos del dueño rogando no hicieramos ruido al entrar con ellas. Pero una vez encendida, ¿quíen puede hacer callar el motor de una Harley para entrar sigilosamente?
Al despuntar el día y después de un buen desayuno con cornetti, ciocolata e latte nos dirigimos a ver el Baptisterio, el Duomo y el Campanil (la torre) en el Campo dei Miracoli. Era pronto pero ya habían muchos turistas. Después de comprar algún imán para la nevera y hacer la típica foto de rigor que por bonita que quede, cuando todo el mundo hace la misma pose simulando que sostiene la torre en una de sus manos, ésta deja de ser ingeniosa, volvimos al hotel para coger las motos y partir destino Ancona. Nos esperaba un día de calor, asfalto y muchos caminones. El itinerario a seguir fue hacer quilometros dirección Firenze y coger l'autostrada A1 que sube hacia Bologna rodeándola para luego enlazar con la A14 dirección Rimini y finalmente Ancona. Pasar todo el día subida en una Harley me encantó pero yo, que soy una enamorada de Italia el hecho de recorrer de punta a punta el bel' paese sin poder ver sus pueblos y ciudades hizo que me agobiara un poco en la autopista. A la altura de Rimini, por suerte, la dejamos con la idea de coger una carretera secundaria que fuera por la costa adriática. La idea no fue mala pero sí que nos defraudó un poco. Las playas eran largas vigiladas constantemente por las vías del tren, sin ningún encanto turistico.
Una vez llegamos a Ancona fuimos directamente al puerto y embarcamos en el ferry Blue Lines. En comparación con el Grimaldi, es más grande, con dos tiendas dutyfree (si fuera fumadora hubiera aprovechado), bar exterior con asientos, sala de baile... Pero las habitaciones de cuatro siguen siendo claustrofóbicas como el anterior, suerte que yo dormí en una de dos. Lo cogimos al atardecer y a las siete de la mañana ya estábamos en Split. Pasamos la aduana portuaria sin problemas. Nada más pisar tierra croata fuimos a cambiar la moneda, siempre me acordaré que siete Kunas son aproximadamente un euro.
Split es una ciudad grande, con enormes edificios grises y tristes, reminiscencias de un pasado comunista en que el centro antiguo de la ciudad, a mi parecer, es el único atractivo que tiene. Todo gira en torno al palacio romano del emperador Diocleciano, muy bien conservado. Destacaría la plaza central, la catedral de San Duye, los callejones repletos de zapaterías y una buena Cocacola fría en una botella en la que los españoles no estamos acostumbrados a ver. Aún nos quedaba mucho día, de modo que de nuevo arrancamos y seguimos el periplo dirección Dubrovnik.
Recorrer en moto la costa es espectacular, está llena de curvas. Croacia vive los contrastes. Tiene infinidad de calas e islas junto a enormes montañas rocosas a escasos metros diría yo. Para llegar a nuestro destino había dos opciones: seguir por la carretera de la costa y pasar por un tramo de Bosnia Hercegovina (sí, Bosnia es costera) con lo que conlleva hacer colas para pasar la aduana o ir hasta Ploce y coger el ferry Jadrolinija. Nos decantamos por la segunda opción y no nos arrepentimos. Las vistas desde ese barco eran preciosas. Aconsejo pasar por la península Peljesac puesto que es la elección más cómoda. Comimos en el pueblo donde atracó y nos dispusimos a recorrerla. Decidimos tomar un descanso en Ston. Es la población más próxima a tierra firme. Es un pueblo pequeño y tranquilo, ideal para tomarte un latte macchiato en una de las dos terrazas que había. Me impresionaron sus grandes murallas que se elevan hasta lo alto de la montaña.
Llegamos a Dubrovnik por la tarde. Esta ciudad la vimos por la noche y durante todo el día siguiente. Desde la zona de los hoteles hay una linea de autobuses que te llevan hasta el centro. ¿Qué decir de Dubrovnik? Es una ciudad que mira hacia el futuro con la cara lavada de todo aquel que en su día le hizo daño. Está volcada completamente al turismo. El paseo por la Placa, la calle principal, que te lleva hasta la plaza Luza con su torre del reloj, es precioso. Al atardecer recorrimos las murallas. Es aconsejable hacerlo a esta hora ya que en las horas de más calor hubiera sido un infierno. Quien quiera recorrer las murallas ha de saber que no hay ningún lugar de sombra y hay zonas donde las escaleras son muy empinadas.
Al día siguiente fuimos hacia Mostar. Una vez cruzas la frontera la diferencia que hay con Croacia es abismal. Bosnia Hercegovina es pobre y aún no ha sabido aprovechar el filón turístico de su país. Bosnia, no es solamente Mostar. Me impactó la cantidad de cementerios a pie de carretera, las fábricas abandonadas y el gran número de edificios, que, aún estando en pie, son una clara señal de lo que aconteció años atrás.
Un nuevo día y un nuevo viaje nos esperaba. Fuimos a los lagos de Plitvice que forman parte de un parque nacional. Lo tienen muy bien organizado, con grandes aparcamientos y diferentes medios de desplazamiento una vez entras, como el autobús articulado y los diferentes barcos. Debo decir que este parque natural nos dejó a todos sorprendidos por la fuerza salvaje de su naturaleza y sus bellos parajes. Rugientes cascadas con maravillosas formas, agua color turquesa y exhuberante vegetación.
El día de la concentración de las Harley Davidson en Biogrado fue expléndido. Fotografías a raudales, baños de multitudes, dos escenarios, pocas tiendas y gente peculiar. La gran cantidad de motos que llegaron a la cita se situaron en la calle principal a linea de playa y del puerto náutico. Todas eran sorprendentes, espectaculares, limpias y relucientes. El complemento ideal para un paisaje perfecto.
Como resumen cabe decir que ha sido una maravillosa experiencia. El calor ha sido implacable con nosotros. Paisajes y pueblos preciosos, buenos momentos vividos que es con lo que al fin y al cabo nos quedamos todos. El asfalto se nos abrió ante nosotros para seguir rodando con alforjas secas y polvorientas repletas de recuerdos. Esto fue todo. Once días muy intensos de moto y kilometros recorridos.La historia de un grupo de moteros que un día decidieron rodar por las antiguas tierras yugoslavas.